“Vienen extraños a nuestra comunidad y se llevan a nuestras hermanas con engaños para luego obligarlas a dar servicios sexuales”, es la historia que narra Sofía, joven indígena asháninka, en la que refleja la situación de violencia sexual a la que someten a muchas niñas, adolescentes y jóvenes como ella en la amazonía peruana.
La provincia de Satipo ubicada en la región Junín tiene 187 comunidades nativas, entre ellas se encuentra Cushiviani, donde Sofía vive y presencia esta alarmante problemática, la misma que trata de visibilizar a través de su liderazgo y vocería en su comunidad, con el acompañamiento formativo de Chirapaq, Centro de Culturas Indígenas del Perú.
“Estas personas les prometen trabajos en la cocina, cuidando niños, atendiendo restaurantes, y ellas pensando en tener recursos para ayudar a sus familias acceden. Pero en realidad las trasladan a bares para someterlas a servicios sexuales, y les niegan todo tipo de comunicación con sus padres y comunidad”.
Junín es la cuarta región con el mayor número de registros de violencia contra mujeres, adolescentes y niñas, 3 832 casos de violencia sexual, física, psicológica y violencia económica y patrimonial, de acuerdo al reporte del Ministerio de la Mujer-MIMP-2019.
Sofía, de 19 años, nos cuenta que solo algunas jóvenes logran regresar y testificar, con la intención incluso de realizar denuncia, sin embargo el curso de estas no proceden porque no tienen sustentos económicos, no saben la ubicación ni la identificación real de las personas extrañas que las violentaron.
Los casos aumentaron debido a la necesidad de trabajar en el contexto de la pandemia por la COVID-19, así como a la suspensión de las clases presenciales.
En el Perú, según cifras de los Centros de Emergencia Mujer, se registraron en el 2019, 573 casos de violencia sexual en niñas indígenas de 10-14 años y 731 casos en jóvenes indígenas de 15 a 29 años; de igual forma, hasta septiembre del 2020, se registraron 181 casos y 277 respectivamente, según el Reporte Nacional sobre Violencia Sexual contra Niñas y Jóvenes Indígenas realizado por Chirapaq. Asimismo, Sofía señala que como parte de las medidas para enfrentar y contrarrestar estos hechos, las comunidades indígenas organizadas de Satipo decidieron en asamblea retomar el control de ingreso y salida por medio de las trincheras, a modo de protección de las jóvenes de la zona. “Salimos a una comunidad con mis hermanos y cuando regresamos los ronderos hicieron parar nuestro bote para pedirnos nuestros DNI, nos preguntaron a dónde vamos y por qué. Las personas de la comunidad nos cuentan que están haciendo esto para proteger a las jóvenes”.