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7 julio, 2015

De mamachas, aceitunas y lo que le gusta a la gente

Nuevamente en la pantalla chica emerge un personaje que le da la nota de “color” al humor nacional.

Nuevamente en la pantalla chica emerge un personaje que le da la nota de “color” al humor nacional.

Por Newton Mori / CHIRAPAQ

Aunque para ser más precisos, no sería “nuevamente”. Las representaciones estereotipadas de indígenas y afrodescendientes son una presencia constante en la televisión nacional, porque empatan rápidamente con el público. Al decir de los directivos de las televisoras y opínólogos de todo calibre “le gusta a la gente”.

¿El que le guste a la gente le da libre desempeño a un canal de emitir programas o secuencias ofensivas? Esta vieja cuestión, que pretendió ser calibrada con la autorregulación, en la práctica no resulta ser una solución frente a las construcciones mentales que han sido construidas en torno a la diversidad que nos compone como país y que se han cobijado en nuestras mentes y dan vida a la manera como nos relacionamos como país, y sobre todo, a como nos vemos a nosotras y nosotros mismos.

¿Quién forma el gusto de la gente? Aquí todos se tiran la pelota, desde las posiciones individualistas hasta las liberales y colectivistas. Lo cierto es que nos formamos en sociedad, que es un resultado y constante proceso histórico en el cual se encuentran y entran en conflicto intereses y relaciones de poder. Es pues ahí en donde se encuentran las claves del gusto popular.

El reciente personaje de “Aceitúncula” del programa el Show del fútbol, en clara alusión al jugador Luís Advíncula, nuevamente nos devuelve la imagen estereotipada que “le gusta a la gente”, y al igual que las “Mamachas”, “Paisanas” y “Cholas”, son construcciones y representaciones de los pueblos indígenas y de los afrodescendientes, dirigidas a darnos o conferirnos un carácter grotesco, risible y distante de todo lo que se aspira y desea como idea de desarrollo.

Los elementos a partir de los cuales se construyen estos estereotipos, son en todos los casos los mismos: características físicas (color de piel, tipo de cabello, rasgos fisonómicos), facultades intelectivas (comportamiento animalesco, gestos infantiles y poco entendimiento de las claves sociales y culturales del entorno) y elementos culturales (vestido, habla y lenguaje).

Lo realmente cruel de estas construcciones radica en que, quienes son objeto y objetivos de ellas, no lo asumen como tal y terminen minimizándolas, no dándoles importancia, con lo cual adquieren validez social. Las explicaciones de este comportamiento radica en la interiorización o darle un componente de validez a estas imágenes y también al tan criollamente y cruel “quien se pica pierde”, es decir que aparte de ser víctima, se anula cualquier posibilidad de cuestionamiento ante la certeza que las represalias sociales serán más cruentas.

aceituncula

Los llamados de alerta y las cadenas de presión social son solamente una parte mínima de la solución. El dictado del mercado y el llamamiento a entrar en razón e instar a una posición reflexiva son vanas ilusiones frente a la manera como se ha estructurado, vertebra y funciona nuestra sociedad. Es ahí en donde juega un importante rol el Estado. Haciendo un símil, no se puede pedir a un enfermo de los pulmones o mal de las extremidades que gane una maratón. Debemos primero reconocernos en nuestra problemática, ubicarnos en nuestra realidad y a partir de ahí emprender un camino que nos permita desempeñarnos plenamente.

El año pasado, CHIRAPAQ obtuvo frente al Comité Para la Eliminación de la Discriminación Racial de las Naciones Unidas, una recomendación histórica para nuestro país y sociedad: Que el Estado tome medidas a todo nivel, especialmente educativas y de manera sostenida, si aspira realmente a erradicar el racismo ¿Lo está haciendo?

¿Deseamos erradicar el racismo? Es esta la pregunta. Para resolverla primero debemos aceptar el problema para iniciar el largo y tortuoso camino de recuperarnos como sociedad. ¿Por qué tortuoso? Somos una sociedad enferma y nuestra principal enfermedad es el racismo. Hemos aprendido a vivir con ella, es útil para mantener las relaciones de poder, para negar derechos, para mantener el actual modelo y sistema de vida, remontar todo esto, cambiar esta situación requerirá de un proceso de sanación conlleva a un esfuerzo enorme y este proceso, no solo corresponde a las organizaciones y colectivos que alzamos nuestra voz de protesta, sino y principalmente, le corresponde al Estado, a todas y todos nosotros en nuestra dimensión política, en nuestra dimensión social en nuestra dimensión jurídica y en nuestra dimensión espiritual.