“Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado / y lo estamos removiendo” son algunos versos de A nuestro padre creador Túpac Amaru, poema de José María Arguedas que retrata los esfuerzos de la población indígena que migró masivamente a Lima durante el siglo XX, expandiendo la urbe, fundando innumerables barrios y dotándolos de una inmensa diversidad cultural.
Es una coincidencia que el 18 de enero de cada año los peruanos recordemos el nacimiento de Arguedas, nuestro más importante escritor andino, y la fundación colonial de la ciudad que materializó las hipótesis sobre identidad y cultura en que se basó su obra literaria. De hecho, Arguedas dedicó gran parte de su escritura a las contradicciones y los cambios generados por los procesos migratorios desde los Andes hacia las ciudades costeñas.
Los resultados del encuentro entre culturas diversas se expresan, por ejemplo, entre los trabajadores de la harina de pescado en Chimbote (El zorro de arriba y el zorro de abajo) o los miembros del club de migrantes Centro Unión Lucanas en Lima (Yawar fiesta). Arguedas era consciente de las dificultades del camino al horizonte de interculturalidad que su obra trazó.
Pasado y presente indígena de Lima
Sin embargo, la historia de Lima se remonta a muchos siglos antes de la fundación colonial. A menudo “se olvida” que el valle en donde se asentaría la futura capital del virreinato del Perú era también la sede de un importante cacicazgo dependiente del señorío de Ychma que controlaba los valles de Lima y Lurín y escenario de constantes luchas entre los yungas (las poblaciones costeñas originarias) y los Yauyos (las poblaciones de la sierra de Lima que terminaron por controlar esta zona). Era pues, una importante zona agrícola y de control interregional estratégica en todos los sentidos.
De la densidad poblacional indígena al momento de la fundación de la ciudad de Lima pueden dar cuenta las numerosas “huacas” que han sobrevivido a la depredación urbana al día de hoy. Casi no hay urbanización o asentamiento humano que no hayan tenido que avanzar y asentarse destruyendo centros ceremoniales y administrativos de gran envergadura, que tenían en torno suyo construcciones menos vistosas y monumentales cuyos rastros prontamente se perdieron.
La construcción en el imaginario social de la ciudad de Lima privilegia su lado hispano y nobiliario, plasmado en las frases que han devenido en slogans, como “la ciudad de los Reyes”, la “tres veces coronada” o “ciudad jardín” todos los cuales obviamente son equívocos y una contradicción entre lo que pretende demostrar y lo que en realidad sucedió. Estos lemas, convertidos en lugares comunes, invisibilizan a las culturas indígenas que siempre estuvieron presentes y ocultan las daños y violencias que sufrieron en el proceso colonial.
La naturaleza social y cultural de la ciudad como ícono de la modernidad occidental hoy y de la cultura metropolitana en la colonia termina siendo un mito. Lima, desde su fundación fue básica y esencialmente indígena, en donde el poder colonial de la minoría impuso una manera de verse y de ver al resto de la sociedad y de su reino, bajo la necesidad de controlar la fuerza productiva indígena que era sustento de su riqueza, adoctrinando sus espíritus en ese dominio y en ese proceso quedaron relegados de la historia e imaginario en torno a lo que es y significa nuestra milenaria ciudad, al igual que los afrodescendientes y su presencia mayoritaria en determinadas épocas de la colonia.
¿Cuántos saben que en la actualidad en Lima se encuentran siete de los diez distritos con mayor población indígena por departamento? En primer lugar se encuentra con una abrumadora mayoría San Juan de Lurigancho, en segundo lugar Juliaca en Puno y los seis restantes consecutivamente se encuentran en Lima (San Juan de Miraflores, Ate, Villa María del Triunfo, Villa el Salvador, San Martín de Porres y Comas).
Debemos reconocer también a los diversos pueblos amazónicos que han migrado a Lima en las últimas décadas y han trasladado sus propias formas de organización social y vida en comunidad a los territorios urbanos. Tenemos los casos del pueblo shipibo-konibo en Cantagallo, el pueblo ashaninka en Lima Este, o el pueblo awajún en Ventanilla.
¿Cuántos se han enterado que genéticamente el 68% de “limeños” es indígena según los resultados de un estudio de la National Geographic sobre distribución poblacional a nivel mundial? Cuando se habla del espíritu emprendedor y del “nuevo rostro” de Lima se resalta a duras penas al provinciano, al migrante, a las poblaciones que se trasladan buscando nuevas oportunidades y en ese camino venimos con costumbres y hábitos que son resaltados al ridículo, de manera despectiva y estereotipada como sucede en el programa “de humor” de la Paisana Jacinta.
Lima es una ciudad que en los últimos años se está recreando, y a 18 años de celebrar sus 500 años de fundación hispana, su diversidad es el signo distintivo de sus oportunidades, no solo como ciudad, sino como símbolo e ícono de lo que quiere ser o aspira ser nuestro país y en donde esa diversidad, plasmada en un sinceramiento con su identidad y sus raíces debe jugar un importante papel.
El Censo 2017 en Lima
De cara a esta necesidad de conocer las dimensiones de nuestra diversidad, este año se realizará el XII Censo de Población y VII de Vivienda en nuestro país, en donde por primera vez en nuestra historia se preguntará por la pertenencia étnica ¿qué resultados se obtendrán en la Ciudad de Lima? ¿Seguiremos dando la espalda a nuestros orígenes? ¿Nos reconoceremos en nuestra diversidad? Los aniversarios son oportunidades para celebrar nuestra existencia, pero también para analizar lo que nos falta recorrer, esperamos que como símbolo de nuevos tiempos, vayamos avanzando en el reconocimiento de nuestras raíces y la ciudad gris que ha sido decorada en los brillantes colores de la chicha y la cumbia y movilizada en el esfuerzo cotidiano de miles de migrantes y de hijos de hijos de migrantes se reconozca a sí misma con orgullo en su ser indígena.