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16 enero, 2017

Género e interculturalidad indígenas

La perspectiva intercultural debe traducirse en un cambio en las relaciones de poder en nuestra sociedad, en donde los pueblos indígenas no seamos objeto de la política sino que hagamos y diseñemos la política en general.

La noción de derechos humanos, su posicionamiento como paradigma social, como idea y necesidad de construir más y mejores condiciones para que todas las personas podamos llevar a cabo la realización de nuestros deseos, sueños y aspiraciones, es uno de los grandes hitos de la humanidad.

Sin desconocer que la noción de derechos humanos, representa un modelo de pensamiento occidental y con ello, lleva en su formulación ideas y planteamientos propios de su trayectoria filosófica, política e histórica, esto no significa que su exigencia, aplicación y ejercicio vaya en forma paralela a su discusión, desarrollo, cuestionamiento y enriquecimiento.

En este sentido, los derechos humanos no son un conjunto de principios cerrados y acabados. Son un marco grande que fijan un espacio dentro del cual desarrollarlos desde las necesidades de cada grupo humano, sin que ello signifique su tergiversación o manipulación, todo lo contrario.

Por ejemplo, el principio de igualdad nos fija un horizonte muy importante para los seres humanos: todos y todas aspiramos a ser iguales en el trato y en las oportunidades. Pero formulado de esta manera, en la práctica, nos llevaría a pensar que todos y todas partimos de una situación en la que todos y todas nos hemos enfrentado a los mismos obstáculos y nos desenvolvemos en la vida con las mismas restricciones. En este sentido, la noción misma de igualdad ha sido desarrollada y enriquecida en lo que significa y debe darse para hacerla efectiva, como la necesidad de un trato diferente para superar las brechas, muros u obstáculos sociales que se focalizan en determinados grupos humanos.

De esta manera, los derechos humanos requieren ser pensados desde cada grupo humano, para comenzar, desde las mujeres y la diversidad sexual. En este punto, la perspectiva o enfoque de género ha sido otro gran hito en el proceso de construir mejores condiciones de vida.

La perspectiva o enfoque de género cuenta con una sólida formulación teórica y también, como todo planteamiento, con diversas maneras de entenderla y aplicarla, pero en síntesis, la perspectiva o enfoque de género es una herramienta para comprender el origen, trayectoria, sustento, justificación y aplicación de relaciones de poder que resultan en una jerarquía en donde las identidades masculinas, socialmente construidas, controlan y ejercen dominación sobre las identidades femeninas. La construcción histórica de esta dominación se pone de manifiesto en quién controla el poder, quién decide y quién representa a la humanidad e impone su visión bajo su única conducción. A esta manera de “manejar” el mundo, la sociedad y la familia se denomina patriarcado.

La perspectiva o enfoque de género permite analizar en cada sociedad todos estos procesos sociales con la finalidad de hacerlos evidentes, tomar consciencia de sus efectos y en consecuencia, formular políticas de equidad con la finalidad de alcanzar la igualdad. En definitiva, sin la perspectiva o enfoque de género, sería prácticamente imposible hacer efectivos los derechos.

Sin embargo, las sociedades humanas no solo se construyen y piensan sobre la división biológica de hombre / mujer y, en definitiva, de la diversidad sexual, sino también sobre lo que nos ha permitido crecer y expandirnos por el planeta: la cultura.

Si nos colocamos en la perspectiva de los elementos “ordenadores” de la humanidad, estas son dos: la primera es la noción de hombre y mujer y la segunda, es la noción de nosotros y los otros, los propios y los extraños, que se define a partir de la cultura. Estos dos principios organizadores de la sociedad se entrecruzan con otras variables, que ahondan y profundizan, tanto los privilegios como las discriminaciones, como son la variable etaria, la ubicación geográfica, discapacidad etcétera.

De esta manera, si bien es cierto que la perspectiva o enfoque de género nos permite ver las relaciones de poder que han conformado lo masculino y lo femenino, las relaciones de poder entre las culturas y los mecanismos que la configuran es abordado por la interculturalidad.

La perspectiva o enfoque intercultural nos permite analizar las relaciones de poder entre las culturas, cómo se han configurado en la historia, los factores a los que han apelado para dar cohesión interna a cada sociedad y las justificaciones para expandirse, sojuzgar y dominar a otras culturas.

La interculturalidad nos permite explicar las jerarquías entre las culturas, ¿por qué una determinada religión es oficial o dominante?, ¿por qué determinados sistemas de conocimiento, gobierno y organización de la sociedad son hegemónicos? y por qué estos determinan y conforman un conjunto social o sociedad hegemónica y otras culturas o grupos sociales son invisibilizados, negados o “cercados” en sus posibilidades de ser, crecer, desarrollarse y participar del ejercicio del poder.

Si en la perspectiva o enfoque de género, la noción de patriarcado y machismo definen la organización de la sociedad, dentro de la perspectiva o enfoque intercultural la noción de raza y racismo explican las jerarquías y exclusiones de sistemas de vida y conocimiento.

De esta manera, el enfoque o perspectiva intercultural permite analizar en una sociedad por qué un idioma es preponderante o de mayor prestigio frente a otro, por qué determinados conocimientos se imponen frente a otros y por qué todo un conjunto de costumbres, prácticas sociales y sistemas de gobierno son cuestionados por proceder de determinados grupos humanos y por qué estos grupos se encuentran excluidos del ejercicio del poder y con altos índices de pobreza y violencia. Es gracias a la perspectiva o enfoque intercultural que se puede formular políticas orientadas a lograr la igualdad sin ningún tipo de discriminación.

En ambos enfoques el poder es clave. El poder como capacidad de imponer, dirigir, controlar, organizar, normar y justificar un sistema de gobierno y cultura se sustenta en el ejercicio y aplicación de la violencia y que esta sea justificada por la costumbre y la ley. Pero hay otra faceta del poder: la capacidad de decidir, de construirse desde abajo y a partir de fortalecer los sistemas propios de vida, la capacidad de proponer y sustentar otras miradas y sentires, en definitiva, un poder con capacidad de hacerle frente a la faceta impositiva y violenta del poder. Un poder sustentado en el conocimiento y ejercicios de los derechos en su amplia acepción y construcción.

De ahí que para los pueblos indígenas, el enfoque o perspectiva intercultural resulte clave para el ejercicio de nuestros derechos colectivos. No se trata de establecer un “diálogo intercultural” para lograr que nos comprendan o nos tengan presentes, sino de pensar en nuestras oportunidades como sociedad de construirnos como una sociedad diversa, en donde las relaciones de poder expresen y reflejen esta diversidad y la definición de nuestra política y gobierno la desarrollen para toda la sociedad.

En este sentido, desde los pueblos indígenas se viene desarrollando una perspectiva y enfoque de género e interculturalidad indígenas, que permita, por ejemplo, analizar la situación de las mujeres indígenas y construir políticas acordes a nuestra situación específica como mujeres dentro de un sistema patriarcal y machista, pero en donde nuestra situación se torna más específica por pertenecer a los pueblos indígenas y como parte de ellos, a nuestro destino y situación se suman las estructuras de dominación que han conformado la situación de deslegitimación sustentadas por el racismo y la discriminación racial.

CHIRAPAQ viene sosteniendo que la perspectiva intercultural debe contribuir a construir un nuevo tipo de relación entre el Estado los pueblos indígenas y la diversidad en general, que se refleje en un cambio en las relaciones de poder en nuestra sociedad, en donde los pueblos indígenas no seamos objeto de la política sino que hagamos y diseñemos la política en general, haciendo parte a los pueblos indígenas de la configuración de nuestra sociedad.

De esta manera, ambas perspectivas no son estáticas así como las relaciones que analizan: constantemente se van resignificando y respondiendo a las fuerzas sociales que abordan. En este punto ¿quién o quienes establecen lo correcto e incorrecto, lo válido o inválido? La dignidad humana es el fin y el principio primordial de los derechos humanos y por dignidad podemos entender ningún tipo de menoscabo físico o mental, material o espiritual, nada que ponga en peligro la integridad del ser humano pero a partir de pensamientos y perspectivas diversas.

Es un gran reto para la humanidad como cultura, pues nuestra historia ha sido de polarización, una constante lucha de imposiciones y oposiciones, pero lo que ha demostrado la lucha por los derechos humanos es que podemos pensarnos como parte de un mismo pueblo que habita un solo planeta y que para poder lograr nuestros sueños en esta etapa de la humanidad, debemos trabajar para ser distintos, para expresar la diversidad ¿la diversidad puede convertirse en un nuevo fundamentalismo? Depende de nosotras y de nosotros, pero sí hay una certeza: no podemos seguir enfrentados ni jerarquizados y el primer paso es hacer evidente las brechas y distancias que nos han traído a dónde estamos y en esta tarea las perspectivas o enfoques de género e interculturalidad son dos herramientas de trascendental importancia.

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