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14 abril, 2014

Jacinta, la única indígena

Jacinta no es la parodia de un personaje, sino un estereotipo que refuerza la imagen de marginalidad y subordinación de nuestros pueblos.

Por Newton Mori / CHIRAPAQ.

«La Paisana Jacinta» no es la parodia de un personaje, sino un estereotipo que refuerza la imagen de marginalidad y subordinación de nuestros pueblos.

Uno de los argumentos a favor del programa “La Paisana Jacinta” es que retrata, en clave de parodia, a las mujeres indígenas. Otro argumento se centra en señalar que quienes se sienten afectados es porque son acomplejados.

En el proceso de construcción de un personaje, este puede expresarse a sí mismo (representación) o a través de él a todo un conjunto de personas (estereotipo). Ambos precisan de elementos de la realidad para construirse, pero de la forma cómo articulan y hacen uso de estos elementos dependerá la personalidad individual o colectiva del personaje.

Lo anterior va unido a la construcción del entorno en el cual se desenvuelve el personaje, de tal forma, que la manera en la cual interactúan termina por definir esa realidad alterna.

En el caso de “La Paisana Jacinta” su ser se construye a partir de características que diversos estudios han señalado maneja o identifica la sociedad le son propios a los indígenas: ignorantes, sucios, poco confiables, descuidados, regidos por instintos primarios, supersticiosos, bajo nivel de control de sus emociones, entre otros. A estos elementos se le denomina “estereotipos”, porque son atribuidos externamente al grupo que se califica, con la pretensión de que es real y le son comunes o característicos a la totalidad, en este caso, de los indígenas.

La función del estereotipo es la de reducir a un mínimo de características los atributos de un conjunto de personas, y este reduccionismo se hace con la intención de identificarlos y calificarlos dentro de un orden social, asignándoles con ello determinados roles.

La construcción del personaje de “La Paisana Jacinta” no es inocente, ni carente de significado social. No es una parodia, pues no se refiere a una persona en concreto, como podría ser un político, artista o deportista. Aunque en reiteradas oportunidades el imitador que caracteriza al personaje ha señalado que se basó en un personaje real, el resultado no remite a ese personaje, sino que se extrapola a todo un conjunto de personas, pues apela en su construcción a estereotipos que son de uso en nuestra sociedad.

En algunos comentarios se señala que las paisanas son así como el personaje de Jacinta, y es precisamente este tipo de pensamiento el que caracteriza al estereotipo, que pretende reflejar la realidad y cualquier intento de criticarla, remite a otro tipo de estereotipo como el que fue utilizado contra la parlamentaria andina Hilaria Supa, cuando en una red social le dijeron que “regrese a sembrar papas”, es decir, que vuelva a esa esencia que supuestamente caracteriza a los indígenas: rurales, agricultores sin voz, sin actoría, sin capacidad de desarrollar iniciativas.

De esta forma, el programa refuerza la imagen de marginalidad y subordinación de los indígenas, imagen que se retroalimenta con la información que se brinda en los medios, con los contenidos educativos, con la publicidad, en la familia, en la comunidad y barrio cuando se privilegia y califica la música por sectores sociales, cuando se enseña los logros de tal o cual cultura y se examina los aportes de cada una de ellas en la definición del país o cuando la imagen de presentadores y modelos privilegian determinado fenotipo, forma entonces parte de todo un sistema de discriminación.

Finalmente, si examinamos a otros personajes que se construyeron a partir de los sectores subalternos, como el caso de Charlot o Cantinflas, eran personajes con personalidad individual y que al mismo tiempo representaban una forma de ser de los sectores menos favorecidos dentro de la sociedad, en ambos casos eran migrantes, en ambos casos pobres, pícaros, interpretaban a su favor o en doble sentido las situaciones, pero su realidad nos habla de sistemas sociales injustos, discriminadores y siendo personajes marginales se han transformado en universales, nos hablan de humanismo y de amor y hablaron en clave de humor de los grandes problemas de la sociedad.

¿Es eso pedirle mucho a un programa de humor? Un dicho muy antiguo dice que uno tiene lo que se merece, y no, no creemos que nos merezcamos estos programas sino, que quieren hacernos creer que solo nos merecemos eso.

Foto: Frecuencia Latina.