Los pueblos antiguos crearon el canto como una ofrenda a la divinidad. Luego, nuestros abuelos más remotos hilvanaron melodías y compases para expresar sus alegrías y tristezas, para modular su amor, sueños y esperanzas.
En la cultura andina Quechua, la voz y el sonido tienen carácter mágico. Los cerros, las rocas, los árboles, manantiales, ríos, cataratas y lagunas tienen voz y alma, están hermanados con nosotros, nos escuchan, hablan y cantan.
Cada momento de nuestra existencia, desde la concepción, el nacimiento y hasta la muerte, tiene su propia canción. Las actividades agrícolas, desde la siembra hasta la cosecha, tienen su canto. El inicio y culminación de la construcción de una vivienda, así como de obras públicas: caminos, canales de riego, reservorios de agua, puentes, escuelas, templos, tienen su canción.
Con el tiempo, el canto se convirtió también en un poderoso y eficaz medio de crítica social, para denunciar abusos y protestar contra la injusticia, acompañar la lucha y expresar la alegría del triunfo colectivo en la conquista de la dignidad, la equidad y la inclusión.
La mujer es la hija predilecta de la Pacha Mama. Ella es la que canta en las ceremonias rituales con la voz de nuestra madre cósmica. El hombre construye instrumentos que imitan los sonidos de la Naturaleza para acompañar el canto.
Según la filosofía de nuestros abuelos, la PACHA MAMA quiere nuestro ALLIN KAWSAY, es decir, el bienestar pleno del cuerpo y del alma, la alegría de nuestro corazón, la armonía entre los seres humanos y la convivencia fraterna y de AYNI con la Naturaleza.
Como hemos dicho, la voz de la mujer es el instrumento que expresa todo ese propósito de nuestra Madre para nosotros sus hijos. JUANITA DEL ROSAL fue la mensajera perfecta de esa madre ancestral que quiere lo mejor para nosotros.
Cantaba el amor que florecía en nuestros corazones en un TINKUY gozoso. Expresaba nuestra alegría al tener un hijo, la buena cosecha de nuestras chacras sembradas con esperanza y regadas con sudor; de cuando nuestra vaquita paría un torito arador; de cuando nuestras ovejitas, cuycitos y gallinitas tenían crías bullangueras.
También cantaba la alegríade techar nuestra casita nueva o el regreso de un familiar después de una larga ausencia. Igualmente, cantaba para denunciar la injusta pobreza en WAKCHASCHAY, igual que la tristeza por la ausencia del ser amado.
Su voz cálida expresaba con hondura lo que salía de nuestra alma. Su presencia de mujer auténtica, sin poses ni artificios, vestida con el traje de su tierra KAYARA-Fajardo, Ayacucho, con ademanes sencillos, sin poses de gran estrella, siempre inspiraba respeto y cariño.
CHIRAPAQ tuvo el privilegio de tenerla entre sus fundadoras, siempre fiel, preocupada por llevar la esperanza a nuestras hermanas y hermanos del Perú profundo, firmemente segura de que la justicia, la dignidad y la inclusión llegarían más temprano que tarde, sin violencia, pero también sin lloriquear ni arrastrarnos.
Por eso, nuestro homenaje, reconocimiento y gratitud a esta gran mujer y artista ayacuchana, hermana de sueños y esperanzas.
JUANITA: Tu pensamiento, tu ejemplo, tu voz y tu canto florecerán en las futuras generaciones de hombres y mujeres del Nuevo Perú, con ALLIN KAWSAY para todos y todas, como la arguediana semilla de quinua de mil colores.
HAWKALLA SAMAKUY. Takiykikunam sunquykupi sisarinqa.
A continuación, les alcanzamos enlaces a sus canciones más representativas y momentos emocionantes de su despedida: