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21 marzo, 2016

La globalidad del racismo

Alto Comisionado para los derechos humanos de las Naciones Unidas manifestó su preocupación por escasos avances en la lucha contra el racismo.

La igualdad implica profundas trasformaciones sociales y económicas que los Estados no están dispuestos a asumir.

Este 21 de marzo es el Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial, que dicho de otra manera, es el día por un mundo más humano y respetuoso de la diferencia y la diversidad.

Sin embargo, un reciente comunicado de la oficina del Alto Comisionado para los derechos humanos de las Naciones Unidas, muestra su preocupación por los pocos avances logrados por los Estados para erradicar o disminuir el racismo y la xenofobia a nivel mundial.

Resulta paradójico que en un mundo cada vez más globalizado, en donde la idea de democracia, libertad e igualdad se ha extendido por el mundo, se incrementen las manifestaciones de xenofobia y el ascenso o fortalecimiento de regímenes políticos que incentivan al odio racial. O tal vez no lo sea tanto, y el racismo sea una nueva estrategia en el afianzamiento de la economía mundo.

En los últimos 50 años se han venido produciendo transformaciones importantes al interior de las sociedades y sus estructuras de poder. Con la difusión de la noción de derechos humanos y su posicionamiento como paradigma necesario e imprescindible para la convivencia y la vida digna de todas y de todos sin distinción de ninguna clase, se ha abierto la posibilidad de luchar por condiciones de vida digna, facilitando el ascenso de diferentes movimientos sociales que reclaman el diálogo y el respeto, poniendo de manifiesto las estructuras injustas sobre las cuales se basan nuestras sociedades, especialmente en las que hemos sufrido la colonización.

Frente a este avance en la noción de derechos, las políticas neoliberales, a partir del Consenso de Washington, establecieron estrategias para afianzar la acumulación del capital, sobre todo a partir de la libertad de mercado, fortaleciendo los derechos de propiedad e iniciativa privada y la ausencia del Estado; la privatización de los servicios públicos, la disminución del gasto social y la reorganización de la producción a partir de redes transnacionales, a lo cual se une la guerra imperialista como estrategia de producción tras la figura de la expansión de la libertad.

El racismo y la discriminación racial fue la estrategia clave para la expansión colonial a partir del siglo XIV y para el afianzamiento del imperialismo en el siglo XIX y XX, es pues un elemento clave en la configuración del mundo actual y su sistema de producción, razón por la cual se hace necesario para el sustento de la acumulación de capital.

No es pues casual el incremento del racismo y la xenofobia a nivel mundial, sobre todo a partir de las dos últimas crisis mundiales y la disminución en el crecimiento interno de las grandes potencias y la necesidad de mayores ganancias en la explotación industrial para compensarlas, cerrando sus fronteras y acusando de todos sus problemas a los migrantes.

La indiferencia ante las guerras etnocidas en el África, por la extracción de metales necesarios a la industria occidental y el mercado de armas; la explotación laboral y el comercio sexual de infantes en el Asia y la destrucción de territorios y áreas de vida en Latinoamérica, forman parte de una constante que se repite a nivel mundial contra las comunidades y pueblos indígenas y afrodescendientes que de ser reconocidos como iguales y respetados nuestros derechos, implicaría profundas transformaciones en las estructuras sociales y económicas a nivel global.

En nuestro país, las políticas neoliberales se han expresado en la desprotección de los derechos colectivos de las comunidades, sobre todo en la propiedad de la tierra y obviamente a un desconocimiento absoluto del derecho al territorio; el incentivo y la facilitación de las actividades extractivas en territorios indígenas y la persistencia de políticas sociales asistencialistas, todas las cuales contribuyen a afianzar la dependencia, subordinación y otredad de los pueblos indígenas, que reproducen en la sociedad la imagen de carga, obstáculo e impedimento para el desarrollo del país.

Esto se ve reflejado en los medios de comunicación, en donde las y los indígenas estamos relegados a los programas de humor y a noticias sobre conflictos sociales, es decir, por un lado a lo que no debe tomarse en serio y por otro a lo que representa un peligro para la sociedad y no debe continuar.

El racismo y la discriminación racial persistirán y gozarán de buena salud en un mundo injusto, desigual y estratificado para facilitar una mayor ganancia y aprovechamiento de la fuerza, conocimientos y espacios de vida de un conjunto diverso de seres humanos racializados, o mejor dicho, construidos como diferentes e inferiores por nuestra cultura, historia o color de piel.

La discriminación racial, no es el rezago de tiempos pasados, sino una estrategia de dominación y control social que afecta no solo a quienes la padecen sino a toda la sociedad en general: crea inestabilidad, desconfianza, miedo y odio.

El racismo y la discriminación racial no es un problema de indígenas o de minorías étnicas, sino de toda la sociedad y como tal deben ser asumidos por nuestro Estado como problemas urgentes y necesarios de abordar, pues nuestro futuro y estabilidad dependen de ello.