Los yanesha son un pueblo abierto al diálogo y muy pacífico. No rechazan de primera mano el ingreso de alguna empresa o iniciativa económica. Les gusta escuchar primero. A diferencia de los que muchos podrían pensar esto no los hace más débiles. Por años lucharon contra la apropiación gradual y la fragmentación de su territorio por parte de los colonos europeos y andinos, atraídos por el caucho y luego por la madera (como el cedro y el nogal). También fueron uno de los primeros pueblos indígenas en el Perú en constituir una organización representativa, primero con el Congreso Amuesha y hoy a través de la Federación de Comunidades Nativas Yanesha (FECONAYA).
La muestra comunitaria del Premio Anaconda “La Imagen de Todos los Pueblos”, nos llevó este 10 y 11 de marzo a la comunidad nativa yanesha de Ñagazú. Ubicada a media hora de la ciudad de Villa Rica(provincia de Oxapampa, Pasco), en la Selva Central del Perú, este territorio de bosques amazónicos de altura es una de las cuatro reservas de biósfera reconocidas por la UNESCO en el Perú. Más recientemente en la luz pública después de que Indecopi otorgara la denominación de origen al café de Villa Rica,es también una zona sometida a una intensa presión y a un grave riesgo debido a actividades humanas como la deforestación.
Ser indígena
“Muchos nos critican y nos dicen que nosotros como yanesha no debemos olvidar nuestra costumbre y nuestra cultura. Que debemos vivir en nuestra casita de humiro, comiendo pescado y animal de monte. Pero, ¿de eso va a vivir el yanesha? Nuestro café es ahora nuestro oro negro, porque es el único que nos da los medios económicos para sobrevivir.Estamos en el siglo XXI y el yanesha está hoy en capacidad de ser empresario. Pero esto no significa que olvidemos nuestra identidad. Si un hermano te invita a tomar masato, no puedes negarte. No puedes tener vergüenza porque es parte de nuestra cultura” explica Víctor Huancho, Secretario de Educación de FECONAYA y residente de Ñagazú.
Conscientes de la gradual pérdida de esta identidad los yanesha emprendieron un largo camino para que su idioma sea reconocido por el Estado peruano. Desde los años 60’ con el entonces Instituto Lingüístico de Verano, recopilaron tradiciones orales e información sobre la rica diversidad de su territorio, elaborando cuantiosos materiales que consignaron las grafías para su alfabeto. Durante los últimos cuatro años han consensuado con los hermanos de las otras organizaciones yanesha la normalización de su alfabeto, el cual fue finalmente aprobado por el Ministerio de Educación en junio de 2011.
Huancho señala que la FECONAYA ha designado a un equipo integrado por 28 profesores yanesha para la elaboración de materiales educativos su lengua. “Si no hacemos esto nuestro idioma desparece”, explica.
Luchas comunes
Las películas proyectadas en tuvieron un profundo sentir ecologista. Para muchos de los asistentes era la primera vez que podían conocer las luchas de otros pueblos indígenas en el mundo, algunas muy similares a las de ellos y otras que los llevaron a reflexionar sobre su propio contexto.
“Todos atacamos a las empresas mineras y de hidrocarburos, pero a los madereros, que son los grandes explotadores de nuestros recursos naturales, no les decimos nada. Son ellos los primeros en contaminar el agua e invadir nuestros territorios”, denuncia Huancho. No le falta razón cuando recordamos que en 2009 el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) informó que la deforestación de la Selva Central había afectado a más de un millón de las 4’219.000 hectáreas de la superficie total de las provincias de Chanchamayo, Satipo y Oxapampa.
La FECONAYA trabaja hoy para conocer y participar activamente de los procesos para la reducción de emisiones por deforestación y degradación (REDD), nueva alternativa planteada a nivel mundial para mitigar el impacto del cambio climático. “Tenemos que preparar a los futuros jefes y líderes para que conozcan estas nuevas políticas”, concluye Huancho.
La movilización y la pérdida de vidas en las luchas indígenas también conmovieron al auditorio. Balbina Miguel, delegada de la comunidad nativa de Loma Linda y Secretaria de Economía de FECONAYA, recordó los últimos y trágicos sucesos en territorio indígena. “Hemos visto que en 2009 en Guatemala los hermanos Mayas perdieron a muchos por defenderse de la minería. Yo iba recordando, me iba emocionando y me iba poniendo triste porque ese año aquí también pasábamos situaciones muy difíciles, especialmente en el Baguazo. Murieron policías e indígenas. Ambos duelen por igual. Yo me sentía identificada con eso”, comentó.
El pueblo yanesha ha sabido sobrellevar la presión sobre sus territorios, construir alianzas estratégicas y seguir luchando por sus derechos y el de las futuras generaciones. Los montes son testigos de su persistencia y el último bastión en la adaptación al cambio climático.