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3 agosto, 2022

Vivir del maíz en Hualla: alimento diario vs. economía sostenible

Es alarmante que en Hualla (Ayacucho) donde se conservan y ponen en práctica conocimientos ancestrales persistan problemas sociales que amenazan la continuidad vital de las comunidades maiceras.

Texto y fotos: Luisenrrique Becerra Velarde.

Zoraida Tinco Maldonado tiene 40 años, sus padres le enseñaron a trabajar el maíz desde que era una niña en el distrito de Hualla (Víctor Fajardo – Ayacucho), ella es la tercera de cinco hermanos. Cuando Zoraida tenía 12 entró a primero de secundaria y ese año su padre enfermó, su madre debía invertir contratando peones para producir maíz y trigo en sus parcelas ya que la ayuda de sus hermanos no le bastaba, también empezó a hacer pan de trigo para tener mejores ingresos, terminar de educar a sus hijos y pagar el tratamiento de su pareja.

“Veía a mi madre llorar, mi papá estuvo mal durante diez años, ya no trabajaba, ella era la única que se sacrificaba y yo ya no quería estudiar. Cualquier cosa le podía pasar y mis dos hermanos menores de 10 y 6 años en ese momento con quien se iban a quedar” explica Zoraida al recordar a su padre quien sufría del sistema nervioso. Ella sospecha que fue por una fractura en el cráneo que tuvo en su juventud.

Zoraida siempre ha vivido en Hualla, ella indica que la venta del maíz no le da un ingreso que le permite vivir, porque invierten en riego dependiendo de la extensión de la chacra y por cada peón se paga 80 soles, en el pago por jornal de peones para la siembra se gasta 120 soles, si se tienen animales como cerdos también se debe invertir en peones y alimento balanceado. “Más es lo que gastas que lo que regresa a tu bolsillo” afirma la agricultora.

Zoraida no puede dedicarse a su chacra a tiempo completo porque debe cuidar a sus 6 hijos: Anali (17), Davis (15), Jerly (9), Jairo (7), Ruth (4) y Job (1). “No puedo dejarlos solos porque son pequeños, se van a la calle, se golpean. Mi pareja se va a los pueblos a jornalear y viaja, a veces trabaja en obras como postes de alumbrado, vigilando colegios de noche u obras de riego y a fin de mes llega con 600 soles de ingresos. Cuando yo quiero comprarles cosas a mis hijos no se puede, su vestimenta, detergente o materiales de estudio. Tengo que criar mi chanchito, cuy y gallinita para vender y generar ingresos extra” narra Zoraida.

En la pandemia su pareja se quedó sin trabajo durante un año y eso les ha impedido ahorrar, ya en el 2021 trabajó construyendo veredas, pero no le pagaron el sueldo completo. Ahora la pareja de Zoraida regresa a su hogar cada 15 días con ingresos de 400 o 500 soles.

Hace unos meses Zoraida sufrió un fuerte cuadro de depresión, ante la cantidad de responsabilidades que debía asumir sola y la presión de criar a sus hijos sin carencias. Empezó a sentir temblores en el cuerpo, falta de apetito y una sensación de vacío e incertidumbre. A partir de conversaciones sinceras y el refugio en una fe que la alivia en todo momento, Zoraida sigue curándose.

Foto: Luisenrrique Becerra Velarde
Hijos y familiares de Zoraida comparten un picante de trigo acompañado de maíz a la hora del desayuno.

A las 7 de la mañana Zoraida empezó a hervir el mondongo, luego de encender más la leña para que termine de cocinarse el maíz desgranado. Saca el mondongo y empieza a trozarlo en tiras para echarlo en una olla donde se hierve trigo. Unos minutos después Zoraida sirve el maíz, y los platos de picante de trigo desfilan por los rostros de sus hijos y sobrinos que fueron llegando a sentarse a tomar desayuno. Ella los acompaña sentada junto a su cocina, entre risas, juegos y preguntas todos terminan de comer y se preparan para empezar el día.  

Ruth y Job, los hijos menores de Zoraida han tenido anemia en diciembre del 2021, un programa de salud llegó a Hualla a realizar exámenes de sangre y le advirtieron de la baja hemoglobina que tenían sus hijos. Ahora los pequeños se encuentran bien de salud y su madre se esfuerza por poner atención al detalle de su nutrición, una preocupación más.   

Al vivir trabajando la tierra, el conocimiento que ha adquirido Zoraida le permite manejar un cronograma aproximado de las fechas de siembra, riego y cosecha: “Descansamos en julio y agosto, a fines de agosto se empieza la siembra, en setiembre se realiza riego y siembra hasta diciembre, finalmente se cosecha entre junio y julio”.

Pero este calendario varía si la chacra tiene agua o no. En entornos donde no hay riego tecnificado (sistema de redes de agua de una fuente hasta la chacra) se espera la lluvia, por ello muchos habitantes que no tienen el presupuesto para la instalación del riego tecnificado tampoco tienen grandes cantidades de cosecha de maíz, porque se ven condicionados a sembrar tarde por la llegada de las lluvias y que sus alimentos estén más expuestos a las consecuencias de la contaminación ambiental, la llegada de la lluvia se puede atrasar hasta diciembre o enero. Esta situación también les impide vender su producto y destinan todo lo cosechado para el consumo de sus familias.

Cuando era niña, Zoraida quería tener una tienda, una peluquería o una joyería, quería dedicarse a los negocios y ayudar a su familia sin pasar necesidades. Ella espera que sus hijos puedan vivir en un mejor entorno, para ello considera que las autoridades deberían apoyar la difusión y mejora de la infraestructura de riego tecnificado en las chacras y complementen este programa con capacitaciones y asesorías técnicas.

Foto: Luisenrrique Becerra Velarde
Zoraida extrae las mazorcas de su chacra, para despancar y desgranar el maíz.